martes, 28 de julio de 2009

Macbeth, resuena el eco sangriento

Ciego es el lugar en que el alma humana se adentra en el abismo. La naturaleza de éste no reviste importancia. En aquél, la lentitud exasperante de la lucidez, declina en amargo sabor.


¿ Cómo desprenderse de la propia acción cuando ésta aceleró más allá de nosotros ?

¿ Qué, ahogado el gozo, hará estancia cálida para aliviarnos de este constante avatar ?

Conseguido el poder, la determinación por asir la vana y fútil gloria, el proceso que se aviene para entronizarnos, para envanecernos y ensoberbecernos nada importa excepto el momento. El cruel e intransigente momento que denota el peso del hecho. Por él, tras el desenlace, la indecisión y el remordimiento. Un laberinto que atenaza la víspera y, aún, el hoy. Mañana será sombra que nos acompaña.




Si estuviera hecho, una vez hecho, entonces estaría bien que se hubiera hecho pronto; si el asesinato pudiera echar la red sobre la consecuencias, y con su cesación, asegurar el éxito, de tal modo que sólo ese golpe fuera total y el fin; aquí, aquí mismo, en este banco, en este bajío del tiempo, saltaríamos a la vida venidera. Pero en estos casos seguimos siempre sometidos a juicio aquí, ya que no hacemos sino enseñar lecciones de sangre, que, una vez enseñadas, regresan para asolar al inventor. Esta Justicia de mano equitativa acerca de los ingredientes de nuestro cáliz envenenado a nuestros propios labios.


Macbeth. Acto I. Escena VII

William Shakespeare.

1654-1616 Stratford on Avon.





















Macbeth, resuena en el eco sangriento

que vocifera la venganza del cielo;

tu corazón de negra y gruesa arena

enturbia tus lúcidos pensamientos.

El puñal agita el siniestro duelo,

tres brujas que alientan el miedo;

manos cuajadas de remordimiento

ansían el brillo fugaz del cetro.




Con la palabra crea el vínculo,

con su deseo propone el mío.

A Suri Emilio.


Andamos descalzos;

a tientas, por el beneplácito de la duda,

discretos, por el de la esperanza.





Salvador Dalí.
Una de las trece ilustraciones
para Macbeth de Shakespeare.
1904-1989. Figueras

2 comentarios:

Emilio Muñoz dijo...

¡Qué alto has puesto el listón, amigo Pedro!

Mal hermanamiento el de la ambición y la osadía cuando se agitan en la casa que da cobijo a la debilidad de carácter, a la cortedad de miras y a la pobreza de espíritu.

No hay nada peor para un corto de vista que cegarse redescubriendo su grandeza en el profundo pozo de su miseria. Pareciera que el puñal lo acoge una fría lógica de humanas debilidades.

El remordimiento tan solo es el absceso de tan maligna imperfección. Y es el fruto que paladean las tres brujas y el destino. Patético convite…

Grandioso tu post, pero rechinan los goznes de la templanza.

Un gran abrazo, amigo.

(Que la lluvia se haga río y que el río se haga mar. Que el mar se evapore y que la lluvia vuelva a precipitar…)

Alf. dijo...

No está mal ese Shakespeare, ¿es del barrio? Saludos viva Shakespeare!