jueves, 6 de marzo de 2008

La disposición de los notiempos

Idea original y vivencia de la Poetisa Saray Pavón Márquez.

Pedro Luís Ibáñez Lérida. Marzo de 2.008.

Era el dolor de la queja como un murmullo de palomas. Y entre aquellas, el zureo de un palomo impelido por el instinto. Esa intranquilidad que no presagia nada concreto, pero acaba socavando la animosidad y el entendimiento. Ya habían pasado los días tristes y, como si tal cosa, te ofrecías al sol del mediodía, ausente de ti misma. Pasos lentos y pausados reafirmaban tu eluctante actitud. Pergeñada de lo inevitable: Tú misma.

Cuántas veces habré creído con entusiasmo que el amor no poseía diferencias insalvables. Me refiero a ese estado de embriaguez pasional, que te somete al desvarío más hermoso, el de la propia libertad de sentir lo que uno quiera, simplemente por que sí. Sin convencionalismos sociales que nos infieran el estigma de la culpa por incardinar en la emoción, amar sin miramientos, descréditos o compasión.

El amor que resbala su ponzoñoso efecto para salirse con la suya: la espiral de su eje descarrila en cualquier momento y desgracia lo que fue el viaje definitivo o, al menos, presentido de esa manera. Pero hasta ese momento, y aunque haya estados como los que evoca el monumento de la Glorieta de Bécquer en el Parque de María Luisa, con el expresivo semblante de las tres mujeres, y su actitud identificada en cada uno de ellos, existe uno que se apropia no sólo de uno mismo. También, y sobre todo, del espeso lugar donde yacen nuestras pisadas y, con ellas, nuestra vida. El tiempo es una tijera de dependiente de mercería y telas, que avanza sobre aquella como una exhalación, cortando con precisión sobre nuestra propia piel la circunstancia adusta y severa que aquieta el propio sesgo y lo divide en lo que fue y lo que es de nosotros.

No es de extrañar que el tiempo se haya asociado con los planetas: Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno, al marcar los días de la semana. La trascendencia del imperio cronológico se advierte cuando sin apercibirnos de la frase solemos indicar “ he perdido el tiempo ”. Pero estas son otras razones que se suceden de manera trivial y declaman la fugacidad de los actos, y su equivalencia en utilidades desdeñables.

Cuando el tránsito del espacio se inhibe, el equilibrio entre voz y silencio acude sin previos, el lugar se confunde en los ojos sin apercibirse de los alrededores, la nota la pone el silencio a derredor, los gestos nos reconfortan por su entendimiento, las palabras se vuelcan con avidez o enmudecen sin más, se ansía continuar sin entender por qué, no existe artificio, oropel o abalorios como intercambio o trueque, no hay conjunciones adversativas y sí copulativas, los verbos son en presente de indicativo, podemos hablar del dolor sin apesadumbrarnos, la inexactitud es un valor prodigioso que no delata, sino que aclara la negación de lo que no sea mirar instintivamente el destello que nace en ese proceso desnudo, descarnado, electrizante…

Entonces, sólo entonces, ocurren los notiempos:

A veces nos da por mostrarnos más. Dejamos la ropa en la silla, las palabras en los cajones y la vulnerabilidad en cada pelo que se eriza. Dejamos que se aprendan nuestros lunares, las expresiones de nuestra cara cuando nos hacen cosquillas o nos desagrada el trago de leche agria que acabamos de tomar. Aquí estoy ¿me ves?. Hay no-tiempos que siento que sí y sonrío de ojera a ojera, sin embargo, en otros momentos es como si la vergüenza o la desconfianza nos cubriese y, por más que me desnude... aunque muestre más... no puedes leerme entre líneas.

Saray Pavón Márquez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aquí te dejo algo que leí, en mi cuarto, el miércoles por la noche... :) http://es.youtube.com/watch?v=ygWfhfj5VlY